El tratamiento con medicamentos contra el VIH ha transformado la infección de una enfermedad mortal a una afección crónica manejable. Sin embargo, de acuerdo a un estudio realizado por La Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), la salud emocional de los sobrevivientes sigue en detrimento.
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“El síndrome del sobreviviente de sida es, ahora, un tema que, como cuidadores del paciente que vive con la condición, hay que manejar”, comentó el doctor Iván Meléndez Rivera, principal oficial médico del Centro Ararat, una organización puertorriqueña de medicina primaria y preventiva.
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“A manera de analogía, es como si las personas estuvieran en un estado permanente de ’estrés post-traumático de guerra’, o sea, que han sobrevivieron a sus amigos y parejas pero a la vez sienten la necesidad de ganarle la guerra al virus”.
Los síntomas del “sobreviviente de sida” incluyen, pero no se limitan a: ansiedad, nerviosismo, sensación de alerta o vigilancia, depresión, irritabilidad o momentos de ira, desorientación hacia el futuro, baja autoestima/poca valía, abuso de sustancias, aislamiento social y cuplabilidad por ser sobreviviente.
La organización sin fines de lucro explicó que el estudio se realizó luego de una revisión de 250 expedientes médicos, en pacientes de 50 años o más.
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Los datos extraídos de cinco clínicas diferentes en Puerto Rico reflejó que el 60.8% padecía de dislipidemia, una condición cardiaca asociada a la presencia de elevada de grasas en la sangre.
Además, casi un 50% tenía problemas de consumo excesivo de alcohol y al menos un 40% sufría de hipertensión.
“Esto significa que el sobreviviente del sida necesita, además de manejar su condición, recibir apoyo en cuidado para que estas otras situaciones médicas no le pongan en riesgo de desarrollar otras enfermedades”, manifestó el especialista.
Agregó que los riesgos para la persona que vive con VIH de manera prolongada incluyen, además del virus en sí mismo, los efectos del tratamiento a largo plazo (por la toxicidad de los medicamentos) y los factores sociales que maneja el paciente (que incluyen, además de los ya descritos, la obesidad, la enfermedad renal y hasta la pobreza).
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“Cerrar la brecha entre el VIH, los factores clínicos y los problemas sociales permitirán que el adulto mayor que vive con VIH pueda manejar con mayor efectividad el doble estigma que enfrenta: por ser un adulto mayor y por su condición de salud”, afirmó Meléndez Rivera.
“Nosotros, como proveedores de cuidado médico, tenemos que reconocer este cuadro complicado y desarrollar, junto con el paciente, estrategias efectivas para que esa vida sea lo más productiva y saludable”.