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COVID-19 y complicaciones neurológicas en los adultos mayores: durante y después de la infección

Por: Hjalmar M. Zambrana-Bonaparte, M.A., M.S. Asociación de Psicología de Puerto Rico

The wait is long . Close up of old woman hands. (EllenaZ/Getty Images/iStockphoto)

A consecuencia de la pandemia mundial del coronavirus 2019 (COVID-19), siguen aumentando significativamente las tasas de morbilidad y mortalidad en todo el mundo. Desde el comienzo de dicha pandemia, la demanda por los servicios de unidades de cuidados intensivos (UCI) ha sido muy alta, en parte por la naturaleza de la infección SARS-CoV-2 (causante del COVID-19). A pesar de que el COVID-19 es una enfermedad que afecta primordialmente los pulmones, se reconoce cada vez más su impacto en otros sistemas. Se ha reportado la manifestación de síntomas neurológicos, psicológicos, renales, cardíacos y pobre circulación.

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Complicaciones neurológicas durante la infección

La prestigiosa Revista de la Asociación Médica Americana (JAMA) fue una de las primeras fuentes en reportar síntomas neurológicos cuando—en abril del 2020—documentaron la presencia de eventos cerebrovasculares, nivel de conciencia alterada y lesiones musculares en una cantidad marcada de pacientes con COVID-19 (36% a 45%). También se han documentado síntomas neurológicos en el 14% de los pacientes al momento de admisión (antes del tratamiento) y en un 67% durante el proceso de la hospitalización en la UCI. Ente otros síntomas, se ha identificado la presencia de confusión, encefalitis y agitación psicomotora. Esto es alarmante ya que los pacientes con COVID-19 con síntomas neurológicos en la UCI están en mayor riesgo de mortalidad. Además, aquellos pacientes con infección severa de SARS-CoV-2 han sido descritos como mayores de edad y con más trastornos vasculares subyacentes, especialmente la hipertensión.

Se ha recomendado que en estos pacientes, además del manejo estándar del COVID-19, las complicaciones neurológicas deberían ser tratadas por separado. Sin embargo, las nuevas implementaciones hospitalarias, tales como el aislamiento y distanciamiento social, han creado dificultad en el manejo neurológico. Estas—aunque necesarias para reducir el riesgo de infección—son factores ambientales que pueden resultar especialmente difíciles en los adultos mayores que no cuentan con el apoyo de los cuidadores o cuyo apoyo es limitado. Por tal razón, se ha documentado la necesidad de revisar estos protocolos.

Complicaciones luego de la infección

El SARS-CoV-2, así como otros tipos de coronavirus, puede permanecer dentro de algunas neuronas sin ser extremadamente tóxico. En los últimos meses, se han reportado síntomas de inatención, desorientación o movimientos sin coordinación en pacientes recién dados de alta. Además, se ha identificado que los pacientes pueden experimentar deterioro cognitivo, depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastornos de sueño y discapacidad física luego del alta de la UCI. Los cuidadores o familiares de los pacientes también son propensos al desarrollo de trastornos de salud mental. Con relación a las secuelas cardiovasculares, se ha comenzado a documentar la presencia de inflamación e insuficiencia cardíaca independientemente de las condiciones preexistentes. Por tal razón, se debe insistir en citas de seguimiento tanto para los pacientes como para sus cuidadores con sus respectivos profesionales de la salud.

Pacientes con la enfermedad de Alzheimer

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Las personas con la enfermedad de Alzheimer corren un alto riesgo de contraer COVID-19. Esto a consecuencia de su dificultad para seguir las recomendaciones preventivas estipuladas por las organizaciones de salud y de sus familiares. Algunos pacientes podrían presentar dificultad en comprender y recordar lo que necesitan practicar con el objetivo de disminuir el riesgo de infección. Además, algunos pacientes con la enfermedad de Alzheimer en etapa avanzada pueden presentar agitación o deambulación, y—por ende—negarse a ser aislados. También, aquellos que se encuentran en hogares de cuido o alejados de sus familiares podrían presentar un avance en sintomatología. Esta población está compuesta por adultos mayores con varias condiciones cardiovasculares subyacentes que los colocan en mayor riesgo de mortalidad si son infectados por el SARS-CoV-2. Otro factor contribuyente es la naturaleza del virus ya que los pacientes con demencia son doblemente más propensos a morir por neumonía, en comparación con personas que no sufren de demencia.

Conclusión

Aún resta mucho para comprender las dinámicas multifactoriales del COVID-19. Por el momento, las medidas de prevención son nuestro mejor mecanismo de defensa. La identificación temprana de los síntomas neurológicos en un paciente es de suma importancia ya que se ha demostrado que esto puede ser un aviso de empeoramiento de la enfermedad. Dado que algunas complicaciones del SARS-CoV-2 pueden manifestarse meses después de la infección, será necesario llevar a cabo un seguimiento constante a los pacientes que han sido diagnosticados con COVID-19 y a sus cuidadores. Estas citas pueden ser médicas, psicológicas o nutricionales—entre otras—que promuevan la salud y el bienestar. En cuanto a estrategias de prevención, además de las recomendaciones ofrecidas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR) ha desarrollado una guía de estrategias y actividades para los adultos mayores y sus cuidadores ante el distanciamiento social. La misma contiene las siguientes temáticas: beneficio de la actividad física, estimulación cognitiva, higiene de sueño, nutrición, interacción con mascotas, manejo de emociones del cuidador y cuidado del paciente con demencia.

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