“Mami, ¿qué es chicho?”
PUBLICIDAD
Por poco me como el guía, pero instintivamente aguanté la cabeza evitando que cayera de golpe hacia el frente. Clavé las pezuñas en el volante intentando sobreponerme a ese vahído que me destartala y me marea. Me sentí sin fuerzas, con un retortijón en el corazón. También me quedé muda, como en esas pesadillas que de vez en cuando me atacan y en las que siento que tengo algo encima, intento gritar y la voz me falla.
Lorenzo va a acabar con mi vida si sigue asaltándome con esos comentarios que me dejan muerta y podrida. Se quedará sin la madre que lo parió. Acabaré en las manos expertas de Yocasta, esa patóloga forense tan famosa en mis tiempos de periodista y a la que recurrían para que escarbara cadáveres y sentenciara las posibles razones de muerte. Supongo que luego de hurgar en los recovecos de mi cuerpo determinará que estiré la pata por puro susto, por un sobresalto inesperado y punzante. Vaya manera de colgarle el letrerito de FIN a mi vida. Me cago en diez.
Me concentro en la avenida. Tengo que llegar a casa y apenas voy saliendo del colegio.
“Mami, Lorenzo te está preguntando qué es chicho”, me dice Antonio.
Lo escucho como lejos, es un eco proveniente del segundo asiento. Carajo, tienen que ser gemelos. Una dupla. Uno mata y otro remata.
Extraño a mi marido en esas tardes de recogido de niños. Ese tramo de la escuela a la casa tiene algo que no puedo precisar…. Será que mis hijos a esa hora están activados para arrojar ese tipo de comentarios que me recuerdan que los parí de vieja. Me encantaría que estuviera conmigo, que hiciéramos equipo para recibir las preguntas y contestar. Pero no está. Tengo que pasar el trago amargo sola. Sola y bruta.
PUBLICIDAD
TE RECOMENDAMOS: “Tengo un novio jovencito”
¿Pero y qué coño le digo? Me siento igual a cuando estoy en un avión y creo que ha pasado una hora pero compruebo en el reloj que ha sido sólo un minuto. Entonces escucho otra vez a cornetaboy (es que su voz es como de corneta).
“Mami, ¿que qué es chicho?”, repite Lorenzo enfatizando en monosílabos.
“¿Chicho?”, le pregunto y me doy cuenta que lo que me sale es un chorrito de voz no muy normalita. Pues… Santo Cristo de los Milagros, te ruego, te suplico, te imploro tu ayuda, digo en pensamiento.
“Ahhhhhhh, ya me acordéeeeeeeee”, dice Lorenzo.
Santo Cristo de los Milagros, teruegotesuplicoteimplorotuayudateruegotesuplicoteimplorotuayuda A-HO-RA…
Es esto mami… Señor, no permitas que me desmaye sobre el volante, que la guagua siga sola en esta avenida, que choque contra todos estos carros ocasionando un descomunal taponete a esta hora de la tarde porque entonces no llegaría la ambulancia, la ayuda, los paramédicos o cualquier señora bondadosa que se atreva a detener su marcha y pararse para socorrernos.
Lorenzo se mueve hacia el filo del asiento, extiende su mano y con el pulgar y el índice me agarra el jamergo. “Sí, sí, ese bollo extra carne que cargo entre teta y cintura”.
Frinkin mal pensada…
Esta columna expresa solo el punto de vista de su autor. Uka Green es publicista y bloguera. Puedes contactarla a través de su página de Facebook: Uka Green o visita su blog TiTantos.